Crear relato soy una niña de 10 años y me gusta mucho orinarme encima cuando estoy en la cama
Era una noche tranquila, y la luna brillaba a través de la ventana de mi habitación. Tenía diez años, y aunque la mayoría de mis amigos ya habían aprendido a no hacerse pis en la cama, a mí todavía me pasaba de vez en cuando. No lo hacía a propósito, pero había algo en la sensación de la calidez que me resultaba reconfortante.
Esa noche, me acurruqué en mi manta favorita, con un libro de cuentos en las manos. Las historias de princesas y dragones me transportaban a un mundo mágico donde todo era posible. A medida que leía, me sentía más y más soñolienta. Cuando finalmente me dejé llevar por el sueño, no pude evitarlo: el calor me envolvió como un abrazo cálido.
Al despertar, estaba un poco confundida. Miré alrededor, y en mi cama descubrí que había tenido otro accidente. En lugar de sentirme avergonzada, sonreí. Era parte de mí, un secreto que guardaba con cariño. Decidí que era el momento perfecto para contarle a mi mejor amiga, Sofía, lo que pasaba. Siempre me había apoyado en todo, y sabía que entendería.
Esa mañana, mientras desayunábamos, tomé una profunda respiración y le conté. Sofía me miró con sorpresa, pero luego sonrió y dijo: "A veces, la cama puede ser un lugar demasiado cómodo". Nos reímos juntas, y eso me hizo sentir mucho mejor. Al final, lo más importante era que teníamos una amistad sólida, llena de risas y comprensión.
Así que, aunque a veces me pasaba, lo veía como una pequeña aventura en mi camino a crecer. Mientras más pasaban los días, más aprendía sobre mí misma y sobre aceptar mis peculiaridades. Y esa noche, mientras me arropaba en mi cama, sabía que estaba lista para enfrentar cualquier cosa que el mundo pudiera ofrecerme.