Era una tarde soleada, y en la cocina de su acogedor hogar, Clara, una niña de seis años con un cabello rizado y lleno de vida, estaba jugando en la mesa con sus colores y hojas de papel. Su madre, Marta, estaba preparando la cena. El aroma a guiso de pollo llenaba el aire, creando un ambiente cálido y familiar.
Clara, con su energía contagiosa, se acercó a su madre, quien estaba picando cebolla. Con una sonrisa traviesa, dijo:
—¡Mamá!